Este proceso se origina cuando los capitalistas se unen con su fuerza al poder del Estado con el fin de mantener y afianzar el régimen capitalista, a fin de proporcionar al capital las máximas ganancias.
La base económica de esta forma de capitalismo se refleja en el enorme crecimiento y la concentración de capitales inmensos en manos de los principales monopolios cuyo poderío refuerza en grado nunca visto. Mientras que en el período inicial del desarrollo del capitalismo el Estado burgués no intervenía directamente en la economía capitalista y la reproducción ampliada se efectuaba esencialmente sin mediación ni participación directa del aparato del Estado, en la época presente los monopolios utilizan en su propio interés la intervención del Estado en la vida económica del país y colocan a su propio servicio el aparato del poder estatal.
El Estado aparece como uno de los recursos más importantes puestos en juego para salvar al régimen capitalista. La fusión, la unión del Estado burgués con el capital monopolista, constituye la esencia del capitalismo monopolista de Estado, se ha efectuado de tal modo que el Estado se he convertido en un comité que administra los negocios de la burguesía monopolista. No es el Estado el que se encuentra por encima de los monopolios, como sostienen falazmente los economistas burgueses sino al contrario: el gran capital monopolista utiliza el aparato del Estado como instrumento para multiplicar sus ganancias y reforzar su dominio.
Esta utilización presenta formas diversas, ante todo la de “unión personal”, es decir, la de que los representantes o los propias jerarcas de los monopolios participen directamente en los gobiernos, o bien incorporen a los altos funcionarios del Estado a los consejos de administración de las uniones monopolistas. Ello da origen a una encarnizada lucha entre los monopolios por adueñarse de los puestos del poder estatal y aprovecharlos en interés de tal o cual grupo de monopolios rivales.
El Estado burgués intenta “dirigir y planificar” la economía de los países capitalistas e intenta hallar una salida a las contradicciones del sistema de economía capitalista, como el caso de la construcción reciente en España inherente a la carrera de la producción, que influenció en las crisis económica y la desocupación masiva de obreros y trabajadores en la crisis que empezó en el 2007 y que al 2011 permanece.
En la presente etapa de la crisis general, el rasgo mas característico del desenvolvimiento económico está producida por el capitalismo. Mientras los socialistas de derecha, los revisionistas y los defensores declarados del imperialismo intentan presentar el capitalismo de Estado como un nuevo régimen social distinto del capitalismo “viejo”, “clásico” y “dictatorial”; ellos afirman que el capitalismo moderno se va transformando en socialismo, que en él no existe ya proletariado ni burguesía, no se da la lucha de clases, y que obreros y capitalistas colaboran armónicamente en interés de la sociedad. En realidad, sin embargo, todas esas afirmaciones no son más que intentos de embellecer el capitalismo moderno y obstaculizar la creciente atracción que el auténtico socialismo ejerce sobre los trabajadores.
En los países capitalistas, los conflictos sociales no se debilitan, las contradicciones irreconciliables desgarran a la sociedad donde los perdedores son siempre los mismos. Veamos la crisis actual en Europa y concretamente en España, los desmanes financieros, los abusos de bancos y cajas, los grandes beneficios de la construcción que han dejado sin pagar facturas a sus proveedores haciendo suspensión de pagos y apareciendo en otro país con grandes obras: TODO ESOS EGOISMOS Y ENRIQUECIMIENTOS, LO PAGAN FUNCIONARIOS, TRABAJADORES, JUBILADOS, que ninguna culpa tienen. Una forma de moderna explotación del débil para sostener al fuerte, y hacer más ricos a los ricos.
Sin reacción social, el dominio perdurará. La sociedad parece olvidar su fuerza cuando se utiliza enfrentada a la injusticia; mas todo llegará o debería llegar.