Michael Jackson, un escándalo apagado

(Via Captain)

Recibo un correo de un profesor de nuestra Universitat de Valencia, con palabras muy duras en relación al recién fallecido Michael Jackson al que califica como “basura racista y pederasta” y que sea adorado como un “héroe” por todo el mundo. Aprovecha para descalificar el sistema judicial de los EE.UU. que se mueve únicamente al sonido cabaretero del “money. money. money”, un sistema que permite que las víctimas puedan retirar las denuncias después de ser indemnizadas por el agresor.

Termina sus palabras con la esperanza puesta en la justicia celestial, que por supuesto ya dicta la sentencia: “Creo sinceramente que cuando su sucia alma haya comparecido ante el Juez supremo, le habrá recordado aquello de » ay de quién escandalizare a estos más pequeños…» y se habrá precipitado a la ghena, donde, al fin y al cabo, el fuego tostará su alma y los gusanos se cebarán con su blanca carne” (comete un lapsus al nombrar el infierno, donde dice ghena debería decir gehena; en realidad Ghena (Dimitrova) es el nombre de una famosa cantante de ópera a la que él es tan aficionado).

En el fondo estoy de acuerdo con la crítica implícita que hace al peligroso afán, tan de nuestras “avanzadas” sociedades, en diseñar y lanzar ídolos que triunfan, ganan mucho dinero, y no importa su escala de valores. Si alguien se forra no importa que sea un ladrón, un mentiroso, un prevaricador,coheche, falsifique documentos, practique el nepotismo más descarado, sea un pederasta. Pero olvida, así se lo he dicho en mi respuesta, que tal vez otras personas e instituciones con mayor importancia social, que sí hablan del más allá, tienen más responsabilidad y no la asumen, véase el escándalo de los religiosos pederastas de la Iglesia Católica en Irlanda y en los EE.UU.

En estos casos ¿ cabe distinguir a la persona de su obra? ¿No sería más adecuado que pagaran su delito ante la justicia humana para que su obra no quede apestada?. Pues no, el poder, siempre el poder del dinero o de las sacrosantas instituciones pueden crear esa separación como imprescindible para que sigamos con la mentira de una sociedad armoniosa que cree en la justicia; una sociedad que huye de lo negro y oscuro.


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