Bouvard et Pécuchet, la estulticia continúa

El 1 de mayo de 1880, Gustave Flaubert moría en su casa de Croiset en Normandía dejando inacabada su novela más ambiciosa Bouvard et Pécuchet. Trabajó en ella durante ocho años, aunque estuvo con la idea de escribir aquel libro desde muchos años  antes, una novela que sirviera al autor para destripar los ideales burgueses de su tiempo, tanto de la ciudad como del campo. La obra constaría de un prólogo (el relato publicado con dicho título póstumamente) y otro de mayor envergadura (La copia) con los miles de anotaciones, extractos, referencias, citas que los protagonistas acumularían en sus años de estudio. De este segundo libro se publicó muchos años después de su muerte las anotaciones encontradas por su sobrina como Diccionario de ideas corrientes, Estupidario. La copia vendría a ser una colección de barbaridades, errores vulgares, arbitrariedades y sobre todo estupideces que abundaban en la Francia de vida de Flaubert (1821-1880), por ejemplo:

  • Darwin, el que dice que descendemos del mono.
  • Defraudar al fisco no es engañar. Es una prueba de listeza y de independencia política.
  • Imbéciles, todos los que no piensan como nosotros.

El argumento del relato es muy sencillo, dos oficinistas hartos de su monótono quehacer en París deciden irse a vivir a un pueblecito y empezar una nueva vida inmersos en su afán de sabiduría  que les lleva a iniciarse en casi todos los conocimientos de su tiempo: arboricultura, agricultura, jardinería, paisajismo, destilación de licores, química, anatomía y fisiología humana, hidroterapia, veterinaria, geología, paleontología, arqueología, historia, literatura, estética, gramática, gimnasia, espiritismo, magnetismo, esoterismo, metafísica, lógica, moral, frenología, pedagogía, urbanismo, filología, teología. Fracasan y vuelven (según el plan de escritura de Flaubert) a su antiguo quehacer, su trabajo de copistas.

Todo ello con un estilo preciso y conciso que hacen de esta novela la última obra realista del siglo XIX según Borges y que el autor deja claro desde el principio: “Como hacía un calor de treinta y tres grados, el boulevard Bourdon estaba completamente desierto”

Es interesante leerlo en estos tiempos “tan modernos” del siglo XXI para comprobar cómo aquellas ideas pequeño burguesas que Flaubert despreciaba han triunfado, basta con leer la prensa, ver la televisión, escuchar los púlpitos eclesiásticos, estudiar las reformas universitarias europeas y recordar una de las citas coleccionadas por Flaubert para su Estupidario:

“La enseñanza filosófica hace beber a la juventud la hiel de dragón en el cáliz de Babilonia” Pio IX, Manifesto, 1847; o “Las inundaciones del Loira son debidas a los excesos de la prensa y a la no observancia del domingo” Obispo de Metz, Mandement, diciembre de 1846.

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Flaubert y la estupidez

Gustave Flaubert coleccionó durante toda su vida frases y citas que expresaban la estupidez reinante, lugares comunes de las mentes mediocres del siglo XIX que tanto odiaba. En su obra inacabada “Bouvard y Pécuchet” su amigo y discípulo Maupasant quiso recoger todas aquellas frases, encontradas entre sus papeles no publicados, y que se añadió en la póstuma edición del libro como un segundo tomo: Estupidario, diccionario de ideas corrientes.

Hay una frase que doscientos años después aún tiene vigencia, al relacionar el peligro de los libros y los alimentos nutritivos contra el poder eclesiástico:

“Robert, obispo de Lichfield, prohibió a los sajones mediante un decreto tomar alimentos nutritivos y leer libros instructivos, por temor a aque el buen alimento y la ciencia les dieran demasiada fuerza y atrevimiento contra su obispo” (A. Thierry, Histoire de l’Anglaterre)

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