Sexo meramente privado

pjaros

Meses atrás, la discusión  sobre el matrimonio homosexual recayó, por parte de lo más reaccionario de nuestro país, sobre el aspecto de lo natural en la procreación hombre-mujer, como si no pudieran adoptar hijos dos personas del mismo sexo. Los matices homofóbicos se transformaron en razonamientos «naturistas» por aquellos que hace unos pocos decenios consideraban normal que fueran delicitivos los placeres homosexuales. Una mascarada más, todo menos reconocer algo que nuestro filósofo utilitarista pensaba y explicaba hace ciento cuarenta y cinco años:

25 de marzo de 1854

Como probablemente no tenga oportunidad de escribir por extenso mis ideas sobe éste y otros asuntos, me urge dejar por escrito, siquierea sea en este lugar, mi meditada opinión de que no debe esperarse una gran mejora en el género humano mientras el instinto animal del sexo ocupe el absurdamente desproporcinado lugar que ahora ocupa; y para corregir este ma se requieren do cosas, ambas también deseable por otras razones:

  1. la primera, que las mujeres dejen de ser discrimadnas en lo que a esta función se refiere, y sean admitidas en todos los demás deberes y ocupaciones en un régimen de igualadad con los hombres
  2. la segunda, que lo que las personas hagan libremente con sus realciones sexuales sea considerado un asunto sin importancia y meramente privado, que a nadie debe interesar excepto a ellas.

Si hay niños como resultado [de estas relaciones], entonces sí comienza, ciertamente, un conjunto de importantes deberes para con los niños, que la sociedad debiera obligar a los padres a cumplir mucho más rigurosamente de lo que lo hace ahora. Pero, aparte de esta consecuencia, hacer que un ser humano sea responsable ante otra gente y ante el mundo por el acto [sexual] mismo, se pensará algún día que es una de las supersticiones y barbarismo propios de la infancia del género humano.

En 1873, casi veinte años después de escribir esto, murió J.S. Mill a la edad de setenta y siete años. Hoy, ciento cuarenta y cinco años después, parece que la infancia del género humano no termina porque en muchas naciones y sociedades humanas el sexo no es considerado como algo meramente privado.