Quizás resulte un atrevimiento por mi parte el escribir de esta obra teatral, considerada como una de las canónicas del teatro del absurdo. No obstante sin ánimo de crítica, voy a dar mi particular visión.
Comenzaré diciendo que en el primer acto aparece un emperador prudente y reflexivo, a su amigo Escipión le dice: «…la vida no es fácil, pero está la religión, el arte, el amor que nos profesan los otros. Solía repetir que hacer sufrir a los demás era el único error que uno puede cometer. Quería ser un hombre justo.»
Tras la muerte de su hermana y amante Drusila, desaparece tres días y los senadores andan inquietos y surge su figura desesperada y dice esas frases inmortales: «No me gustan como son las cosas.» «Los hombres mueren y no son felices», «…todo lo que me rodea es pura mentira y yo quiero que la gente viva en la verdad», etc. etc., y le pide a su servidor fiel Helicón, una de estas tres cosas imposibles: «la luna, la felicidad o la inmortalidad«.
Los senadores ante este nuevo emperador consciente de la realidad humana, dejan al descubierto su mediocridad, su vaciedad, su espíritu conservador y rastrero, sólo uno de ello Quereas, representante de las costumbres de la época, se mantiene sereno e intenta ante el ideólogo cruel que se observa en el nuevo Calígula, mantener su lógica : «…luchar contra un proyecto descomunal cuya victoria significaría el final del mundo», «contra la maldad desinteresada hay que valerse de la astucia y esperar a que esa lógica se convierta en demencia» «…no me mueve la ambición, sino un temor comprensible, el temor que me inspira ese lirismo inhumano ante el cual mi vida no significa nada».
Aunque Albert Camus siempre dijo que esta obra no era una pieza filosófica, la filosofía moral aparece implícitamente en todo el texto, delatando el carácter ético y psicológico de todos los protagonistas, ejemplo de ello son frases como: «la cuestión es ante todo moral. La familia se tambalea, se pierde el respeto al trabajo, la patria entera está sumida en la blasfemia», «Honestidad, respetabilidad, preocupación por el que dirán, sabiduría popular. El miedo lo anula todo», «…siempre se es libre a expensar del otro», «lo fundamental es que tenga la posibilidad de elegir», «Instrúyenos en la verdad de este mundo, que estriba en no poseerla…»¿…hablar con el corazón en la mano, uno frente a otro prescindiendo de los prejuicios, de los intereses particulares y de las mentiras en que viven?».
Solamente se mantienen fieles en su amistad a Calígula su servidor Helicón, su esposa Cesonia y su amigo el joven Escipión, que merece significado aparte.
Así requiere especial mención las escenas catorceava del acto segundo y la escena segunda del acto tercero en el diálogo que mantienen Calígula y Escipión donde se refleja la argumentación de un emperador desesperado un poeta sensible y fiel con esas frases que se cruzan: «…tal vez porque los dos amamos las mismas verdades», «Formas parte de otro mundo. Eres tan puro en el bien como yo lo soy en el mal», ¡Qué inmunda soledad debe ser la tuya! «pesado fardo del pasado y del futuro», «puedo negar una cosa sin tener porque ensuciarla o privar a los demás del derecho de creer en ella».
Para terminar diré que es un drama en cuatro actos y tan solo ciento cincuenta y dos páginas intensas, por lo que os invito a todos a leerla, comprobaréis que vale la pena. Hacerlo con lentitud, y que no os dé pereza volver atrás, yo emulando la obra de Bradbury «Fahrenheit 451» quisiera memorizarla toda.
Escrito por Juan Catalá