De perfumes, también Camus.

Yo no se si en México, Argentina, Venezuela, Perú, Chile o Colombia, cuando llega esta época de Navidades, Reyes Magos también son materialmente bombardeados con consignas, más que mensajes publicitarios, obligándoles a comprar para regalar perfumes so pena de no ser atractivos, poderosos, bellos, dulces, sexy, ricos.

Es el mensaje más claro y sin tapujos de que lo que importa en esta sociedad abierta, a los productos de consumos, es oler bien. Es tapar con un manto de silencio y mascarillas todo lo de podrido que nosotros mismo fomentamos y esto nos hace felices, ahí está el secreto, eso nos ayuda a convivir, alimenta nuestra auto-estima y la resilencia. ¿Puede ser posible?

Recuerdo a Albert Camus:

Estos perfumes de hierba y de estrellas, la noche, ciertos crepúsculos en que el corazón se dilata: ¿ cómo negaría yo este mundo cuya potencia y cuyas fuerzas experimento? Sin embargo, toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que pueda asegurarme que este mundo es mío.

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CALIGULA DE ALBERT CAMUS

caligulaQuizás resulte un atrevimiento por mi parte el escribir de esta obra teatral, considerada como una de las canónicas del teatro del absurdo. No obstante sin ánimo de crítica, voy a dar mi particular visión.

Comenzaré diciendo que en el primer acto aparece un emperador prudente y reflexivo, a su amigo Escipión le dice: «…la vida no es fácil, pero está la religión, el arte, el amor que nos profesan los otros. Solía repetir  que hacer sufrir a los demás era el único error que uno puede cometer. Quería ser un hombre justo.»

Tras la muerte de su hermana y amante Drusila, desaparece tres días y los senadores andan inquietos y surge su figura desesperada  y dice esas frases inmortales: «No me gustan como son las cosas.» «Los hombres mueren y no son felices», «…todo lo que me rodea  es pura mentira y yo quiero que la gente viva en la verdad», etc. etc., y le pide a su servidor fiel Helicón, una de estas tres cosas imposibles: «la luna, la felicidad o la inmortalidad«.

Los senadores ante este nuevo emperador consciente de la realidad humana, dejan al descubierto su mediocridad, su vaciedad, su espíritu conservador y rastrero, sólo uno de ello Quereas, representante de las costumbres de la época, se mantiene sereno e intenta ante el ideólogo cruel que se observa en el nuevo Calígula, mantener su lógica :  «…luchar contra un proyecto descomunal cuya victoria significaría el final del mundo», «contra la maldad desinteresada hay que valerse de la astucia y esperar a que esa lógica se convierta en demencia» «…no me mueve la ambición, sino un temor comprensible, el temor que me inspira ese lirismo inhumano ante el cual mi vida no significa nada».

Aunque Albert Camus siempre dijo que esta obra no era una pieza filosófica, la filosofía moral aparece implícitamente en todo el texto, delatando el carácter ético y psicológico de todos los protagonistas, ejemplo de ello son frases como: «la  cuestión es ante todo moral. La familia se tambalea, se pierde el respeto al trabajo, la patria entera está sumida en la blasfemia», «Honestidad, respetabilidad, preocupación por el que dirán, sabiduría popular. El miedo lo anula todo», «…siempre se es libre a expensar del otro», «lo fundamental es que tenga la posibilidad de elegir», «Instrúyenos en la verdad de este mundo, que estriba en no poseerla…»¿…hablar con el corazón en la mano, uno frente a otro prescindiendo de los prejuicios, de los intereses particulares y de las mentiras en que viven?».

Solamente se mantienen fieles en su amistad a Calígula su servidor Helicón, su esposa Cesonia y su amigo el joven Escipión, que merece significado aparte.

Así requiere especial mención las escenas catorceava  del acto segundo y la escena segunda del acto tercero  en el diálogo que mantienen Calígula y Escipión  donde se refleja la argumentación de un emperador desesperado un poeta sensible y fiel con esas frases que se cruzan: «…tal vez porque los dos amamos las mismas verdades», «Formas parte de otro mundo. Eres tan puro en el bien como yo lo soy en el mal», ¡Qué inmunda soledad debe ser la tuya! «pesado fardo del pasado y del futuro», «puedo negar una cosa sin tener porque ensuciarla o privar a los demás del derecho  de creer en ella».

Para terminar diré que es un drama en cuatro actos y  tan solo ciento cincuenta y dos páginas intensas, por lo que os invito a todos a leerla, comprobaréis que vale la pena. Hacerlo con lentitud, y que no os dé pereza volver atrás, yo emulando la obra de Bradbury  «Fahrenheit 451» quisiera memorizarla toda.

Escrito por Juan Catalá

El extranjero, Albert Camus

En los años noventa, leía por primera vez “El extranjero” de Albert Camus, y esta historia no me impactó gran cosa. Posteriormente, en una tertulia sobre libros en la radio, escuché la recomendación de ese texto, lo volví a leer y me sorprendió desde un principio el extraordinario valor del mismo. A lo largo del tiempo que duró lectura, sentía un gran placer en volver a lo leído el día anterior, deseaba con avidez, no perder un solo detalle. El protagonista Meursault me interesaba, Camus de una manera magistral con breve trazos iba describiendo la personalidad de ese ser tan poco comunicativo, carente de ambición que por una serie de hechos fortuitos iba a cometer un asesinato y en su proceso judicial, toda su manera de actuar en la vida iba a ser utilizada por el fiscal como agravante a la hora de juzgar el asesinato cometido.

La historia comienza con la muerte de su madre, recibiendo la noticia sin exteriorizar emoción alguna. Posteriormente, la vida le cruza en su camino a Marie, antigua compañera de trabajo, con la que mantiene una relación amorosa llena de silencios. Su vecino Raymond, de vida dudosa, un día requiere su ayuda y él accede. Atiende a su vecino Salamano, hombre de vida solitaria que tiene como único acompañante un perro al que maltrata. Posteriormente Raymond en agradecimiento a la ayuda que le había prestado, le invita a Meursault y Marie, a pasar juntos un domingo en la cabaña que posee un amigo en la playa.

El protagonista pasa uno de los días más felices de su vida, gozando del mar y de la luz. Y de manera fortuita ese día en un paseo con Raymond se ven perseguidos por unos árabes que tienen cuestiones personales con éste. Meursault, curiosamente, le aconseja que no utilice el revolver que lleva Raymond en su poder y para evitar males mayores le pide le entregue el arma.

Paradójicamente, pese a no ocurrir nada, Meursault a la hora de la siesta y huyendo del bullicio existente en la cabaña, decide dar un paseo en solitario y de manera casual, vuelve a toparse a uno de los árabes que les seguían por la mañana y se percata que todavía obra en su poder el arma. De siempre le ha afectado, el fuerte calor del mediodía y la centelleante luz y sin explicarse el porqué empuña el revolver y dispara repetidamente. Es entonces cuando se dice asimismo: “Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa donde había sido feliz”.

Posteriormente se desarrolla el proceso, lleno de despropósitos y de silencios, con actitud estoica por parte del protagonista, reflexionando profundamente sobre el valor de la vida y siendo consciente como le dice al capellán cuando requiere su confesión que “…era culpable, pagaba, no se me podía pedir más”.

Juan Catalá