Ahora que acaba el año, cuando en los medios de comunicación reseñan aquellas noticias más destacadas, sin reparar en la bondad de los hechos, conviene releer a nuestro querido Montaigne cuando dice en sus Ensayos, refiriéndose siempre a sí mismo:
Igualmente, no hay bondad que no alegre a un natural bien nacido. Hay ciertamente al obrar bien cierta congratulación que nos alegra en nuestro interior, y un orgullo generoso que acompaña a la buena conciencia. Un alma valerosamente viciosa puede quizá proveerse de seguridad, mas no puede proveerse de esa complacencia y satisfacción, no es liviano placer el de sentirse preservado del contagio de siglo tan corrompido y el decirse a uno mismo: Aquel que viera el fondo de mi alma, ni aun así me hallaría culpable ni de la aflicción ni de la ruina de nadie, ni de venganza o envidia, ni de ofensa pública a las leyes, ni de novedad o agitación, ni de faltar a mi palabra…
Aprovechar nuestros recuerdos, de este año que acaba, para comprobar cuánto del buen obrar guió nuestras acciones y comprender que en este mes de diciembre, con dos lunas llenas, nada impide que podamos mejorar nuestro pequeño mundo y sigamos cantando una sencilla canción como esta, canción para que nada nos impida soñar durante el viaje del próximo año 2010: