INDIGNACIÓN ESPAÑOLA

Estos días, desde el 15 de mayo, en varias ciudades españolas muchos jóvenes y no tan jóvenes salen a la calle a expresar un sentimiento que tenemos muchos ciudadanos: ver las listas electorales llenas de imputados por corrupción, ver cómo la crisis económica fomentada por las grandes financieras lo pagan los que no encuentran trabajo, ver cómo cada vez la riqueza se agrupa en manos de pocos y se propone disminuir el gasto público de sanidad y educación, ver cómo la democracia se convierte en una farsa, todo esto y más ha provocado esta indignación.

(indignación(Del lat. indignatĭo, -ōnis). 1. f. Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos.)

La pregunta es ¿se quedará en esto sólo?

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Algo más que una sonrisa

Andan por todo el mundo discutiendo, definiendo, buscando el concepto claro y preciso que informe de lo qué hay detrás de la palabra vejez.

Pero muchas veces basta una imagen, en este caso dibujada, y una frase concreta para captar lo que miles de palabras tratan de descifrar por todo el mundo.

La vejez

Leer con música, 1984

Cuando el sol se ha ido, no, mejor decir cuando las farolas de la calle se encienden, nos sentamos en el trono de todas las clases sociales medianamente bien alimentadas – no me refiero al escusado- y tomamos un libro, entonces es cuando llega el momento de buscar la música mientras las ventanas vibran por las sacudidas de un pequeño vendaval.

Quizás por la inmersión continua y permanente que padecemos para que el sonido nos envuelva siempre, ya casi no podemos leer sin oír música, clásica o no, yo me he acostumbrado y tomo mi «1984» mientras escucho a Costello.

Era un día luminoso y frío y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molstísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casa de Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

De perfumes, también Camus.

Yo no se si en México, Argentina, Venezuela, Perú, Chile o Colombia, cuando llega esta época de Navidades, Reyes Magos también son materialmente bombardeados con consignas, más que mensajes publicitarios, obligándoles a comprar para regalar perfumes so pena de no ser atractivos, poderosos, bellos, dulces, sexy, ricos.

Es el mensaje más claro y sin tapujos de que lo que importa en esta sociedad abierta, a los productos de consumos, es oler bien. Es tapar con un manto de silencio y mascarillas todo lo de podrido que nosotros mismo fomentamos y esto nos hace felices, ahí está el secreto, eso nos ayuda a convivir, alimenta nuestra auto-estima y la resilencia. ¿Puede ser posible?

Recuerdo a Albert Camus:

Estos perfumes de hierba y de estrellas, la noche, ciertos crepúsculos en que el corazón se dilata: ¿ cómo negaría yo este mundo cuya potencia y cuyas fuerzas experimento? Sin embargo, toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que pueda asegurarme que este mundo es mío.

Montaigne y la educación

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De buen grado vuelvo a esa idea de la inepcia de nuestra educación. Ha tenido como fin hacernos no buenos y sensatos, sino cultos; lo ha conseguido. No nos ha enseñado a perseguir y a abrazar la virtud y la prudencia, sino que nos ha grabado la derivación y la etimología. Sabemos declinar virtud aunque no sepamos amarla; si no sabemos lo que es la prudencia en la realidad y la experiencia, lo sabemos por definición de memoria.

Esto es lo que piensa y escribe Montaigne (1592), hoy  cuando vemos el estado lastimoso en que se encuentra el sistema educativo en nuestra comunidad con índIces de fracaso escolar vergonzosos, cuando nos quedamos atónitos ante los escándalos de algunos políticos que son apoyados por una mayoría considerable de conciudadanos nuestros, uno tiene que evitar caer en el relativismo inmovilista al pensar que cuatrocientos años después el señor de Montaigne tiene la razón de su lado cuando escribe:

La reputación a la que todos aspiran de agudeza y rapidez de inteligencia, búscola yo, mas de equilibrio; en lugar de por una acción brillante y señalada o por cierta cualidad particular, quiérola yo por el orden, la coherencia y la tranquilidad de ideas y de costumbres.

Ahora, en su afán de brillantina y grandeza de cartón piedra, nuestros poderosos dirigentes buscan más el efecto del momento que el efecto a lo largo de los años; no buscan nuestros representantes el equilibrio para conseguir una sociedad llena  de virtudes ciudadanas que ayuden a la convivencia y a la justicia. Y como dice Adela Cortina, cuando el Estado falla la única alternativa del siglo XXI es el fortalecimiento de la sociedad civil. El Estado, y con ello sus representantes, tienen que impartir justicia pero es la sociedad civil la que debe promover y alentar las virtudes de solidaridad y justicia.

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